Me tomo una copa de vino sola
Tomo una copa de vino sola para recordar el sentimiento de hacer una maleta, no de ropa ni de zapatos, sino de ilusiones.
Ilusiones sobre la posibilidad por construir en el viaje, sobre las pláticas profundas que se tendrán, sobre las filosofías diferentes que se escucharán. Sobre las nuevas miradas que se inventarán, sobre los nuevos sabores que se descubrirán.
Me tomo una copa de vino sola porque hago de nuevo la maleta, no con ropa ni con zapatos, sino con nostalgia de lo que no se construyó, sobre lo que no se platicó. Sobre los nudos en la garganta que se tuvieron, sobre la soledad que se sintió.
—Y me pregunto, Qué ¿debo salir corriendo a tomar una copa de vino sola para respirar el aire que nos robas? Que ¿acaso debo aceptar sentir que si se trata de salvarnos o salvarte tú… siempre elegirás salvarte a ti mismo?
Si prefiero sentir un goce que nos acerque a un cielo… aunque no nos conste que sea real real, no me culpes por la falta de valor a señalarte para así tocar el piso y darnos cuenta que tal vez nada lo ha sido.
Me tomo una copa de vino a solas pero conmigo, una copa de vino conmigo pero sin ti.