Mi último cigarro
Leer o escuchar la palabra adicción puede provocar que instantáneamente nos imaginemos el extremo de cualquier adicción, en espacial a las drogas.
Según el diccionario:
Adicción
1.Hábito de conductas peligrosas o de consumo de determinados productos, en especial drogas, y del que no se puede prescindir o resulta muy difícil hacerlo por razones de dependencia psicológica o incluso fisiológica.
2.Afición desmesurada a algo.
La realidad es que vivimos rodeados de personas con no solo una, sino varias adicciones; muy probablemente incluidos nosotros.
Muy común encontrar “Molly” en bodas y conciertos, así como chocohongos y ni hablemos de la marihuana que pareciera que consumirla es casi igual de normal que tomar agua.
El concepto de “selfcare” inundando la vida de tantos: ejercicio, operaciones, botox, mascarillas, etc.
En otros casos horas sin fin frente a la tele en netflix, videojuegos o deportes. Y para otros, los atracones de comida hasta más no poder y lo mismo con el alcohol. Así como noches enteras de apuestas o busca continúa de sexo y/o relaciones co-dependientes.
Pienso que ninguna persona en el mundo se salva de cargar miedos/ traumas/ inseguridades que al final nos terminamos fumando, comiendo, bebiendo, embarrando, etc... Con el único fin de: evadir algo.
No creo que este comportamiento de querer evadirnos de algo de nuestras vidas alguna vez en nuestra historia como humanos termine aunque fuéramos todos a terapia por el resto de nuestras vidas.
Para muchos la opción de poder decidir con que sustancia o actividad evaden, llegó como balde de agua fría; sin darse cuenta y seguramente se encuentran en una situación de la que pareciera imposible salir. En casos así, no dudo que la mejor forma de tratarlo es con ayuda profesional.
En mi caso, sé que tengo muchas adicciones, algunas suben o bajan de nivel de acuerdo a la situación que me encuentre viviendo.
Este mes, que he decidido dejar una de mis adicciones.. Concluyo que es muy fácil señalar la adicción que vemos en alguien más, en vez de ver si en nosotros hay algo que consideremos que estamos haciendo con motivo de evadir algo.
En un momento me convencí a mí misma de que hacer ejercicio diario sin excusa ni pretexto era por salud y amor propio, hasta que me di cuenta que en un 10% lo hacía por presión a verme bien y por presión social de que si una mujer a sus 30´s no se ve bien, se quedará sola para siempre.
Ahora trato de hacerlo cuando realmente quiero.
Tratemos de ser honestos en las razones de porque hacemos algo en exceso… no digo que esté ni bien ni mal, simplemente darnos 5 minutos para explorar.. ¿Qué estoy tratando de evadir con esto? Y tal vez nos abra el panorama a empezar a hacer actividades decidiendo desde un lugar más amable con nosotros mismos.
El tema es que nadie nunca dice “vamos por unas cubas a olvidarnos de que estamos hasta el gorro de la chamba y que nos sentimos más solos de lo que nos cuesta aceptar”. Ir por unas cubas o unos vinitos un par de veces a la semana, lo vemos tan normal.
Pero nos asustamos cuando vemos a alguien meterse cocaína. Cuando muy en el fondo la razón de ambas actividades es la misma.
No digo que una adicción no pueda ser mucho más peligrosa que otra, ni que tengan los mismos efectos. Sino que todas las adicciones incluso las que vemos como “sanas” o “normales” vienen de un sentimiento de vacío que tratamos de llenar.
Con esta reflexión puedo llenar esos vacíos al menos de forma un poco más consciente y sobre todo honesta. Puede ser que incluso me ayude a disminuir las ocasiones que recurro a evadir-ME para en vez de ello.. escuchar-ME.