Querido Madrid

Hace 7 años me enseñaste que no necesariamente estar solo significa sentirse solo.

Entendí que los días pueden ser infinitamente largos si yo elijo que así sea.

Me enseñaste que viajar sola conlleva enfrentar miedos, aprendí a conocerme reaccionando de forma instintiva ante situaciones de peligro, a escuchar reírme de mi misma, a poner atención a mis pensamientos, a darme un abrazo de buenas noches.

Por las mañanas entendí que las riendas de mi salud están al aire si no las tomo yo misma. En las noches entendí que nuestro mejor acompañante siempre debemos ser nosotros mismos.

Me enseñaste a estar…no sola, sino conmigo misma.

Regresar a ti hoy es sentir nostalgia y a la vez abrazos al alma.

 Regresar habiendo procesado durante años todo lo que aprendí contigo durante 8 meses.

Regreso de nuevo conmigo misma, más completa, con más libertad. Libertad de poder disfrutar compartir con alguien más, de dar la mano con mayor seguridad.

 Libertad que entendí cuando te conocí… que estar solos no nos hace menos completos y que si tomamos esa valiosa experiencia en nuestras manos, nos llevará a sentirnos más plenos y en paz.

Una vez más, me voy de ti. Regresé a visitarte 4 días y aunque suenan a pocos, te disfruté, te gocé y lo más lindo... Te compartí.

Esta visita aunque más corta, no menos enriquecedora. Me recordaste que sentirse bien con una misma hace que lo que sea que se comparta con alguien, intensifique su valor.

Me hiciste hacer consciencia a no descuidar las semillas de la amistad, a recordar regarlas y cuidarlas. Me enseñaste que en amor, así como en la amistad... También existe la complicidad, que los picnics siempre son buena idea y que se puede volar juntos pero cada quien con sus propias alas.

Me enseñaste que todos siempre tenemos una canción que queremos cantar y que recordar también es parte de vivir.

Anterior
Anterior

Uñas de color

Siguiente
Siguiente

Mi último cigarro